希特勒戰爭中一名士兵的可怕回憶
🟥漢斯·霍恩,1944 年聖誕夜。
📢 來源:Anna Abella - Anna Abella - El Periódico- 巴塞隆納.-
📌1941年,希特勒對俄國人發動了巴巴羅薩行動。 「人命在這裡毫無價值,」駐紮在東線的年輕德國士兵漢斯·霍恩在他的秘密日記中寫道(陸軍禁止這樣做)。 “一聲巨響。我們的一名人員被摧毀,一隻手臂的肩關節被撕裂。一股像粥一樣的白色液體從頭骨中流出。他不再尖叫,只是胡言亂語,你可以看到他的眼白。他的手開始奇怪地顫抖,血液、尿液和唾液從他的身體流出。他是陣亡者之一,死得很不幸、悲慘、孤獨。可怕而令人興奮的 550 頁《孤獨的心》。 《希特勒戰爭中的一名士兵》(Ediciones del Viento)揭示了他們清晰、令人震驚和發人深省的證詞,同時完整地概述了在第三帝國時期「生存」對於一個從他的統治開始就放棄的普通公民意味著什麼。霍恩本人創作的許多引人注目的水彩畫讓人想起埃貢·席勒的風格,為故事增添了色彩。
霍恩(基爾,1921 年)是一位醫生、大提琴手,也是一位有教養的和平主義者,戰後與妻子格雷萊因 (Grelein) 移民到丹麥。將一本15 卷的回憶錄遺贈給了他的兩個兒子。只知道他頭骨上留下的彈片、背上的大傷疤和“軼事” ’就像一個被坦克碾過的俄羅斯士兵那樣。 「它看起來很可怕,它完全是扁平的,就好像擀麵杖把它變成了二維生物一樣。 「我無法將這個願景從我的腦海中抹去,」他寫道。
帶著這份 5,000 頁、數百張圖畫和舊文件的遺產,他的退休醫生兒子托馬斯 (Thomas) 在 2013 年寫信給丹麥作家兼記者湯姆·布克·斯溫蒂 (Tom Buk-Swienty , 1966 年)。
他選擇了材料(有三個版本,一個是德語,兩個是丹麥語,一個比另一個更詳細和更新)並巧妙地將其編織在一起,將霍恩的日常生活與歷史事件聯繫起來,並實現了一種引人入勝且流暢的內容。他們害怕被送到西伯利亞。但捷克遊擊隊阻止了他們並準備向他們開槍。
出身於一個普通家庭的郵政巡視員的兒子,從小就飽受父母的意見不合。她的母親懷上了她的戀人,一位鋼琴老師。他的弟弟,通姦的結果,在78歲時,就像他90歲的姐姐一樣,在閱讀回憶錄時發現了這個家庭秘密。
12歲時,學校裡最好的音樂家霍恩加入了希特勒青年團,被遊行、火把、制服“誘惑”……但他很快就厭惡了“灌輸、無休止的遊行、軍事訓練、鐵拳” 。
他還記得從 1930 年代起人們的譴責和恐懼,他們保持低調,以免引起無所不在的納粹的注意。還記得水晶之夜的搶劫,以及他們如何將一名猶太裁縫扔出窗外,他立即死亡,幾乎沒有人想要戰爭,或者在普魯士召喚勞工服務,在“真正的精神病患者”的指揮下,他們變成了普魯士人。
然後,他試圖透過進入人文大學來避免服兵役(看門人向他展示了一個上鎖的房間,裡面存放著納粹在火刑柱上燒毀的違禁書籍)。但他們在 1940 年招募了他。
經過八週的基礎訓練,你已經準備好直接上鍋了,你會發現自己連一隻蒼蠅都不如。
他們服用pervitin(甲基安非他命)藥丸「每天24小時戰鬥」並被送往前線。當霍恩看到黨衛軍將一名蘇聯囚犯打死,軍警強迫另一名年輕的俄羅斯男子在槍殺他之前挖掘自己的墳墓時,他因「羞恥、厭惡和恐懼」而顫抖;也是在「受傷和破碎的」德國士兵和難民、兒童、婦女和老人衣衫襤褸的出現之前。他忍受著飢餓——他們殺死一匹受傷的馬來吃——還忍受著寒冷——對於俄羅斯的冬天“裝備很差”,“腳上就像浮冰”,氣溫為零下35度。
“在狗屎中間”
「當你身處困境時,你會出奇地平靜。各種尺寸的彈體在你周圍發出嘶嘶聲、唱歌和爆炸。如果他們做對了...對你不利。
然後就結束了。你盡量不去想你為什麼在這裡,或者如果沒有這場該死的戰爭,生活會是什麼樣子,」他在前線,在「致命的機槍掃射」下寫道。他不遺餘力地看到一些令人毛骨悚然、令人毛骨悚然的場景,例如當他醒來時,當他受傷等待撤離時,擔架上的鄰居幾米長的“粉紅色腸子”落在他身上,“上面還黏著稻草片」。在一起,而且長滿了蝨子。”
另一位鄰居,一名普通士兵,“既不是納粹,也不是黨衛軍”,在折磨下承認“他在愛沙尼亞和拉脫維亞參與的暴行”,用機關槍掃射猶太人,“男人、老人、兒童、孕婦「在前面他們被迫挖的溝渠,那將是他們的墳墓。
「在必須認出雙手被自己的鮮血染紅的倒下戰友後,我看到他們死去的臉上帶著痛苦的絕望,他們中沒有一個人死時嘴唇上掛著'德國'或'嚮導' (希特勒)這兩個字。
他們只說『媽媽』作為最後一個詞,」他認為戰爭已經改變了他。當他看到後方「自命不凡的黨衛軍和衝鋒隊軍官,肥胖而自我放縱,穿著制服和閃亮的靴子昂首闊步,總是張開雙臂時,他感到憤怒(…)為什麼他們不'在前線'” ?”。
「我無法形容我在那裡看到的恐怖,」他回憶起一家野戰醫院的地下室,裡面擠滿了身患絕症的士兵。
為了避免康復後被送回前線,霍恩開始在軍事學院學習醫學,並獲得延期,在此期間他愛上了格雷萊因,並在懷孕後與格雷萊因結婚。在看到他的第一個女兒出生後,他必須返回東方,現在在野戰醫院擔任醫生,他的地獄仍在繼續。
經過一些練習,對發生性關係後被迫去醫務室的士兵的四肢進行消毒—— “一個又一個的陰莖,粗細長短,都同樣臭,而它們的主人自豪地告訴我他們的設備的最新成果” -,他在俄斯特拉發的一家水療醫院不知疲倦地工作,這是一個“屠宰場,數十名患者死亡”,其中許多人死於敗血症和氣性壞疽。
“沒有任何傷口、受傷、殘害和毀壞的人體是我沒有親眼目睹的。”他們每刻鐘就收治20到30名傷員,估計他每天要參加40多次手術,衛生條件差,麻醉程度低,缺乏最基本的設備(紗布、青黴素和其他抗生素)。
霍恩講述了他唯一一次穿過隱藏著「死亡前廳」的鐵門的經歷,那是一個地下室,裡面擠滿了垂死而絕望的年輕人。 「他們面臨著緩慢的死亡,有時會持續數週,床底上到處都是尿液和糞便,流血……尖叫、嚎叫、哭泣……我在那裡看到的恐怖無法形容。”
布克-斯維蒂指出,霍恩想知道,儘管“該政權有明顯的妄想,但德國人仍然繼續激烈戰鬥,人民更加奴性地堅持”,以及為什麼該國的知識分子沒有反抗?
他說,答案很簡單:他們不敢。表達不滿或表明他們反對希特勒「將是真正的自殺」。“納粹到處都有線人,他們嚇壞了我們所有人。”他補充道,在他的團隊中,他們非常清楚“誰是納粹分子,誰不是,誰是告密者。”
這本書應該被所謂的「否認者」大屠殺和明顯的反社會希特勒及其總參謀部集團,戈培爾,布隆伯格,阿爾弗雷德·喬迪,凱特爾,戈林,所有黨衛軍,國防軍的一部分, ETC。
¿Qué ha sido lo más aterrador que un soldado alemán vió durante la Segunda Guerra Mundial?
Las terribles memorias de un soldado en la guerra de Hitler
🟥Hans Horn, en la Nochebuena de 1944.-
📢 Fuente : Anna Abella - Anna Abella - El Periódico- Barcelona.-
📌Corre 1941. Hitler ha lanzado la operación Barbarroja contra los rusos. “Aquí fuera la vida humana no vale nada”, escribe el joven soldado alemán Hans Horn, destinado en el frente del Este, en su diario secreto (el Ejército lo prohibía). “Una fuerte detonación. Uno de los nuestros queda destrozado y uno de los brazos es arrancado por la articulación del hombro. Del cráneo sale un líquido blanquecino como gachas. Ya no grita, solo balbucea y se le ve el blanco de los ojos. Las manos comienzan a sacudirse extrañamente, sangre, orina y saliva se escapan de su cuerpo. Es uno de los caídos y tiene una muerte desgraciada, miserable, solitaria”. Las terribles y apasionantes 550 páginas de ‘Corazón solitario. Un soldado en la guerra de Hitler’ (Ediciones del Viento) desvelan su lúcido, estremecedor y revelador testimonio, que es a la vez una completa panorámica de lo que significó “sobrevivir” durante el Tercer Reich para un ciudadano cualquiera que renegó desde su adolescencia del fanatismo nazi. Un buen número de impactantes acuarelas del propio Horn, que recuerdan el estilo de Egon Schiele, salpican el relato.
Al morir, en 1989, de cáncer, Horn (Kiel, 1921), médico y violonchelista, hombre culto y pacifista que tras la guerra emigró a Dinamarca con su mujer, Grelein, legó unas memorias de 15 volúmenes a sus dos hijos, quienes de su pasado en la guerra -su “descenso a los infiernos”, donde primero fue recluta y luego médico en un hospital de campaña- sabían poco más que la metralla que le dejó en el cráneo, su gran cicatriz en la espalda y ‘anécdotas’ como la de un soldado ruso al que le había pasado un tanque por encima. “Tiene un aspecto horrible, está completamente plano, como si un rodillo de amasar lo hubieran reducido a un ser bidimensional. No puedo apartar esa visión de mi cabeza”, escribió.
Con aquella herencia de 5.000 folios y cientos de dibujos y antiguos documentos, su hijo Thomas, médico jubilado, escribió en el 2013 al escritor y periodista danés Tom Buk-Swienty (1966), excorresponsal en EEUU y cuyos abuelos paternos sufrieron también la guerra en el frente oriental, y le confió el mecanoscrito.
Este seleccionó el material (había tres versiones, una en alemán y dos en danés, una más detallada y actualizada que la otra) y lo hiló de forma magistral contextualizando el día a día de Horn con los hechos históricos y logrando una absorbente y fluida narración que inicia por el final: en mayo de 1945, con Alemania recién rendida, huye con otros médicos militares en una ambulancia del avance de los rusos. Temen ser enviados a Siberia. Pero partisanos checos les detienen y se disponen a fusilarles.
Hijo de un inspector de correos de modesta familia, de niño sufrió las desavenencias de sus padres; su madre quedó embarazada de su amante, profesor de piano. Su hermano pequeño, fruto del adulterio, se enteró de ese secreto familiar con 78 años, igual que su hermana de 90, al leer las memorias.
Con 12 años Horn, el mejor músico de la escuela, se apuntó en las Juventudes Hitlerianas, “seducido” por los desfiles, las antorchas, el uniforme… Pero pronto abominó del “adoctrinamiento, las marchas interminables, la instrucción militar, la disciplina férrea y el agotador entrenamiento”.
De los años 30 recuerda las delaciones y el miedo de la gente, que mantenía un perfil bajo para no llamar la atención de los nazis, que se hicieron omnipresentes. Recuerda los saqueos de la Noche de los Cristales Rotos y cómo lanzaron a un sastre judío por la ventana, que murió al instante, cómo casi nadie quería la guerra, o la citación para el servicio de Trabajo, en Prusia, donde bajo el mando de “auténticos psicópatas” les convertían “en fichas de la máquina de guerra de Hitler” con un único “propósito: someternos, desterrar cualquier tipo de pensamiento independiente e individualismo, sistemáticamente y con una brutalidad siniestra”.
Intentó luego evitar el servicio militar entrando en la Universidad de Humanidades (el bedel le enseña una sala bajo llave donde guardan los libros prohibidos que los nazis han quemado en la hoguera). Pero lo reclutan en 1940. “Íbamos a ser transformados en asesinos antropófagos, que nunca deberían pensar por sí mismos (…)
Después de ocho semanas de entrenamiento básico, estás listo para ir directo al puchero y has aprendido que vales menos que una mosca”.
Les dan pastillas de pervitina (metanfetamina) para “combatir las 24 horas al día” y les envían al frente. Horn se estremece de “vergüenza, asco y terror” al ver a unos SS golpear hasta la muerte a un preso soviético y a la policía militar obligando a cavar su propia fosa a otro joven ruso antes de dispararle; también ante el aspecto de soldados alemanes “heridos y rotos” y de refugiados, niños, mujeres y ancianos, en harapos. Pasa hambre –matan un caballo herido para comerlo- y frío –“mal equipados” para el invierno ruso, “los pies son témpanos de hielo” a menos 35 grados-.
"En medio de la mierda"
“Se está extrañamente tranquilo cuando estás en medio de la mierda. Proyectiles de todos los tamaños silban, cantan y estallan alrededor de uno. Si aciertan… malo para ti.
Entonces se acabó. Uno trata de no pensar por qué estás aquí o cómo habría sido la vida sin esta maldita guerra”, escribe desde primera línea, bajo “un fuego asesino de ametralladoras”. No escatima escenas macabras y escalofriantes, como cuando despertó, estando él herido y esperando ser evacuado, al caerle encima varios metros de “intestinos rosados” de su vecino de camilla, “con trozos de paja pegados y llenos de piojos”.
Otro vecino de cama, un soldado normal, “ni nazi ni SS”, le confiesa, atormentado, “las atrocidades en las que participó en Estonia y Letonia”, ametrallando a judíos, “hombres, ancianos, niños, embarazadas”, ante las zanjas que les han obligado cavar y que serían su fosa.
“Tras tener que identificar a compañeros caídos con las manos rojas de su propia sangre, cuando vi en sus caras muertas una dolorosa desesperación y ninguno murió con las palabras ‘Alemania’ o ‘el guía’ (Hitler) en los labios.
Solo decían ‘mamá’ como última palabra”, asume que la guerra le ha cambiado. Y se indigna cuando ve en retaguardia a “oficiales pretenciosos de las SS y las SA, gordos y autocomplacientes, pavoneándose con uniformes de gala y botas brillantes, con el brazo siempre estirado (…) ¿Por qué no ‘estaban’ en el frente?”.
"No puedo describir el horror que vi allí", recuerda sobre el sótano de un hospital de campaña donde se hacinaban soldados desahuciados
Para evitar que volvieran a enviarlo al frente una vez recuperado, Horn empieza a estudiar Medicina en la academia militar, ganando una prórroga durante la que se enamora de Grelein, con quien se casa tras quedar embarazada. Tras ver nacer a su primogénita debe volver al Este, ya como médico en hospitales de campaña, donde continúa su infierno.
Tras unas prácticas desinfectando miembros de soldados obligados a ir a enfermería tras tener relaciones sexuales -“un pene tras otro, gruesos y delgados, largos y cortos, todos igual de malolientes, mientras sus propietarios me contaban con orgullo los últimos logros de sus aparatos”-, trabaja sin descanso en un balneario-hospital de Ostrava, un “matadero donde los pacientes morían por docenas”, muchos por septicemia y gangrenas gaseosas.
“No hubo herida, lesión, mutilación y destrucción del cuerpo humano que no presenciara”. Recibían 20 o 30 heridos cada cuarto de hora y calcula que participó en más de 40 operaciones al día, con deficiente higiene, mínima anestesia y falta del equipo más básico (gasas, penicilina y otros antibióticos).
Narra Horn la única vez que cruzó la puerta de hierro que ocultaba “la antesala de la muerte”, un sótano donde se hacinaban jóvenes moribundos y desahuciados. “Afrontaban una muerte lenta, a veces de semanas, sobre los somieres, orina y heces por todas partes, sangrantes (…) Gritos, aullidos, llantos… El horror que vi allí no se puede describir”.
Buk-Swienty destaca que Horn se pregunta cómo, a pesar “de los evidentes delirios del régimen, los alemanes siguieron luchando intensamente y la población se adhirió aún más servilmente” y ¿por qué la intelectualidad del país no se rebeló?
La respuesta, dice, es simple: no se atrevieron. Expresar descontento o demostrar que estaban contra Hitler “hubiera sido un auténtico suicidio”. En todas partes, “los nazis tenían delatores y esos nos asustaba a todos”. Y en su grupo sabían muy bien, añade, “quién era nazi y quién no y quién era un delator”.
Espelunaznante pero tan real
Y en el otro bando sucedía exactamente igual…
Este libro lo deberían leer los llamados "negacionistas" del holocausto y de la evidente sociopatía de Hitler y su camarilla del estado mayor, Goebbels, Blomberg, Alfred Jodi, Keitel, Goring, totas las SS, parte de la Wehrmacht, etc.
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